viernes, 5 de septiembre de 2008

Kilometro Cero

Donde yo nací no había parques, todo era un precioso parque. La Divina providencia quiso que partieramos a esa bombona de butano que es Madrid, los anhelos de prosperidad, la falta de trabajo y posiblemente el no valorar lo que se tiene, nos hizo emprender viaje al Kilometro cero. Allí quedaron mis montes, mis castaños, mis rios , mi féliz tierna infancia y una parte de mi carne.

Prometí volver pronto, así le dije a mi abuelo y en su mirada deduje que no dependería de mi. De ese día sólo recuerdo haber escondido un papel con mi firma y la de tres rapaces más, en la que jurábamos reencontranos en aquellos montes. La metimos en una cajita y la enterramos junto a un castaño.

Tambien recuerdo la despedida de mis abuelos, con los ojos brillantes y mojados por la lluvia sobre la escalera de aquella casa de piedra que daba al prado. No fue un adios hasta pronto, fue un adios hasta siempre, mi abuela moriría en unos meses y a mi abuelo, fiel e inseparable compañero suyo, se lo llevó la pena y el cáncer consumido en un hospital.

Me conforme con un parque, al que bauticé " mi parque" y con unas frías calles que con el tiempo me dieron su calor. Con una gente que no iba manchada de barro y preguntaban siempre por la familia, pero que eran bondadosos y que un dia tambien partieron de sus montes. Con caras que siempre eran las mismas aun siendo extrañas y con gentes que decían buenos dias/tardes/noches. Que cedían el asiento a una mujer y que viendo cargada a una anciana, le llevaban con orgullo la compra desviandose hasta 4 manzanas de su casa.

Una ciudad gris y entonces austera, pero entrañable y noble como la misma Roma . No se lucían vestidos de diseño, ni se veían estrambóticos deportivos de 400 caballos dignos del más hortera negro de Manhatan. Se llevaban pulcras camisas blancas, pantalones grises y algunos hasta coderas y rodilleras de remiendo materno, pero se respiraba " dignidad ". Entonces comprendí que esa era mi ciudad y que la amaba por encima de todo. La pequeña panadería con sus mil aromas, la única juguetería a la que te llevaban despues del horrible análisis y ese barzucho con serrín en el que comías mejor que en Zalacaín.

En 6 años unos hijos de su madre me han robado el pasado, me han frustrado el presente y me condenan al más triste de los futuros. Ya no queda nada. Todo lo ha engullido el Mundialismo, nadie se conoce y si lo hace es por que se acude a una guarida. Pero no se quejan y protestan, obedecen al acicate del consumo, de la variedad y del falso divertimento olvidando lo que se les quita a cambio. Prefieren ser un número un codigo de barras, llenos de bolsas al Luisito el hijo de la Mari, si hombre... el que va a los Salesianos, el amigo de Paquito el de Cosme.

De acuerdo, si esto es lo que se quiere o mejor si así se os compra, no vengais luego a quejaros a Luisito y a Paquito, de que un Kosovar te ha matado a la hija o un moro ha enculado a tu Jésus ( perdone a su Jesús) , ni tampoco de que un amerindio le hace pagar a tu Borjita por jugar al futbol o le pasa 4 gramos de " perico ".

No seamos tan tontos y le echemos toda la culpa al inmigrante ( que la tiene), miremos un poquito mas arriba y veamos a quien le beneficia y sobre todo quien trabaja para los beneficiados. La solución no es ir de matamoros, por que sería como querer ganar la guerra disparando a las balas. Se trata de neutralizar ese nido de ametralladora que inunda todo con su munición. Y desde luego no olviden, que las ametralladoras no disparan solas, así que aniquilemos tambien al que la maneja y despues a su amo, oficial o Patrón.

El Sistema no es un invento, las cosas no suceden por que si y aparecen descendidos de un Ovni 7 millones de parasitos extranjeros en España. Esto está más calculado que la ecuación Pi (Π π) y sigue dando decimales y medio metros indígenas que llegaran al infinito como ella.

Nosotros seguiremosa la lucha, nunca rompemos promesas, me sigue aguardando mi trozo de papel en el castaño y algun dia volveré a desenterrarlo. Quizá sea yo entonces el que despida a mi nieto, con los ojos llorosos, desde esa escalera en la casa de piedra y a menudo me pregunto, si yo seré capaz de enviar a mi sangre a la guerra, al maldito KM.0 .

Limpiemos Madrid.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Que buén artículo.
Yo, afortunadamente, nunca tuve que marchar al Km.0, pero, al igual que tu, también me he dado cuenta de lo que han cambiado las cosas, de que mi hijo jamás podrá jugar en la calle, tal y cómo lo hizo su padre, por culpa de esta maldita sociedad que no sabe valorar lo realmente importante, que es la calidad de vida.

Pero claro, ahora esa calidad de vida no es poder juntarte con los amigos y darle 4 patadas a un balón, usando como portería una vieja puerta metálica de cochera, o hacer un circuito en el bordillo, y echar una emocionante carrera a las "chapas", no.

Ahora la calidad de vida se mide en la cantidad de juegos de la playstation puedes comrarle a tu hijo, en la marca de zapatillas que lleva al colegio, y en darle más cosas de las que realmente son necesarias para que la infancia de un chaval sea plena.

Mi hijo nunca podrá jugar en la misma calle que jugué yo, y la culpa directa es de esta sociedad que nos ha enclaustrado sin remedio en nuestras casas-nicho, el único lugar de una ciudad en el podemos estar medianamente tranquilos, por el momento.